jueves, 28 de agosto de 2008

Siempre lo ha sabido.

Noah avanza por el jardín vacío del Phene Arms, un antiguo pub del barrio de Chelsea, busca una mesa seca y resguardada, comprueba que la mesa y el banco están secos y se sienta. Abre su libreta, saca su pequeño e inseparable bolígrafo y comienza a escribir todo lo que pasa por su cabeza: recuerdos, pensamientos, pequeñas frases de películas y libros que ha visto y leído, lo que siempre hace cada vez que tiene un momento y se encuentra solo. Sin darse cuenta, absorto en sus pensamientos acompañado de una pinta de cerveza, una mujer avanza y se sienta frente a él. Noah, casi sin darse cuenta, levanta la mirada y descubre a la mujer sentada delante de él mirándolo fijamente. Él no conoce a la mujer, pero no puede apartar sus ojos de los de ella y sin darle tiempo a reaccionar la mujer le hace una pregunta… ¿Puedo contarte algo? ¿Puedo contarte un secreto?... Noah se siente atrapado por esa mujer e, incapaz de mediar palabra, asiente con la cabeza; la mujer empieza a hablar, a Noah comienza a invadirle una extraña sensación; él no la conoce y ella a él tampoco, nunca se habían visto antes, pero los dos sienten una atracción hacia el otro que nunca habían sentido hacia nadie. La mujer continúa hablando y Noah escuchando, cuando la extraña mujer apenas ha comenzado a hablar, Noah se da cuenta de qué es esa extraña sensación que le invade: él no la conoce, ha buscado y rebuscado en su memoria repasando rostro tras rostro todos los que han pasado por su vida, pero nunca la había visto y aún así, con la sola presencia de esa extraña, inquietante y hermosa mujer, Noah se da cuenta que lo que siente es que ya conoce lo que ella le quiere contar, ya sabe su secreto... siempre lo ha sabido, siempre ha estado en él, lo que ahora hay entre ellos les resulta familiar... Nunca volvió a verla.

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